Lactancia Materna: dos mujeres… dos historias…

Ana M. Parrilla, MD, MPH. FABM

Médico especialista en medicina de la lactancia materna

María

María estaba mirando al techo. Tenía ganas de pujar pero estaba incómoda, no es fácil pujar mirando para el techo. El médico le dijo: ¡puja!, ¡puja! … a los pocos minutos le dijo ya no pujes más y a los pocos segundos se oyó… ¡es una nena!!. Lloró… sentía que éste era el momento más importante de su vida. Estaba feliz, pero con un sentimiento de soledad… no estaba con su marido, no lo dejaron pasar, ni con su madre y hermanas. Le dijeron que todo estaba bien, que le iban a coser la episiotomía y que después que revisaran a la nena se la enseñarían. Minutos más tarde le enseñaron a su beba, era linda, la tocó, hubiese querido abrazarla pero le dijeron que se la tenían que llevar rápido a la sala de recién nacidos (“nursery”) porque se enfriaba. Pasados unos minutos la movieron a la sala de recuperación y seguía sola…más tarde a su cuarto. Su esposo y familiares por fin estaban con ella… todos decían que la nueva bebé era una belleza, ella todavía estaba un poco soñolienta por algo que le dieron, más tarde le traerían a su hija. Esa noche su mamá se quedó con ella, no durmió bien pensando en su bebita y preguntándose porqué no se la traían.

En la mañana una enfermera entró con una cunita y adentro estaba la bebé más bella del mundo, toda envueltita. La enfermera le preguntó: ¿vas a lactar? A lo que ella contestó: bueno…Sí. La enfermera le dijo que ésa era una buena decisión, pero por si acaso y en lo que le bajaba la leche le diera un poco de la fórmula que le había dejado ahí. También le dijo que ya a la bebé le habían dado agua con glucosa y fórmula en la sala de recién nacidos y que chupaba muy bien. María cogió a su bebé en brazos, le habían dicho que eso de lactar era instintivo y que ya sabría lo que tenía que hacer. La puso en su regazo y se acordó de cuando ella era niña y todas las veces que le había dado biberón a sus muñecas, sería fácil. Trató de que su bebé cogiera el pecho, pero ésta estaba soñolienta y no quería mamar. Alrededor de una hora más tarde la bebé empezó a llorar, María trató de lactarla, pero la bebé no quería el pecho por lo que con gran frustración le dio el biberón de fórmula que le dejó la enfermera. Un poco más tarde le ofreció el pecho, pero cuando la bebé mamaba a ella le dolía mucho.

Al otro día cuando se fue de alta le regalaron una bolsa muy bonita con botellas de fórmula, mamaderas, instrucciones para como cuidar a su bebé y un peluche monísimo. Cuando llegó a su casa pegó a su bebé en el pecho, pero le dolía muchísimo, durante todo ese día la bebé lloraba mucho y aunque ya cogía el pecho a ella le seguían doliendo los pezones. Se fijó que tenía sangre en un pezón y además éste estaba agrietado. Muy asustada llamó al pediatra. Éste le dijo que dejara descansar los pezones por unos días en lo que se le curaban y que le siguiera dando la fórmula a la bebé. Su suegra le dijo que no había duda de que esa bebé lloraba de hambre porque con esos pechitos tan pequeños no daba suficiente leche, y que además ella le había dado fórmula a su hijo y éste había crecido lo más bien, sin ningún problema.
María estaba cansada y frustrada, pensó que esto de lactar no era para ella, no era nada fácil. Su bebé se alimentaría de ahora en adelante con leche artificial.

Carmen

Carmen sabía que había empezado su trabajo de parto. Era el momento que tanto esperaba y para el cual se había preparado intensamente. Ella y su esposo fueron a las clases de preparación para el parto. Asistieron además a las clases de lactancia y a los grupos de apoyo de madres lactantes con su mamá y su suegra. Se entrevistó con varios pediatras que sabían de manejo de bebés lactados para escoger el más conveniente y discutió con su obstetra un plan de manejo del parto.

Estuvo caminando para pasar las primeras contracciones y al llegar al hospital le permitieron seguir haciéndolo. Cuando tuvo ganas de pujar su obstetra le dijo que podía hacerlo en cuclillas y su bebé llegó al mundo con ella en esa posición. No le hicieron una episiotomía pues su médico le dijo que no la haría a menos que realmente fuera necesario. El médico le puso a su bebé sobre su pecho y ante la mirada maravillada de su mamá y su esposo, los cuales la acompañaron todo el tiempo durante el proceso del parto, su bebé se pegó al pecho.

Una vez en su habitación le llevaron a la bebé inmediatamente y una enfermera educadora en lactancia le ayudó a ponerse correctamente al bebé en el pecho y le indicó que no le habían dado ni glucosa ni fórmula pues esto podía interferir con la lactancia. Le dijo además que amamantara cada vez que lo pidiera el bebé y que no dejara que nadie le diera biberones o mamaderas ya que éstos eran innecesarios y podían causar que su bebe no cogiera el pecho bien. También le hizo hincapié en la importancia de que el bebé cogiera bien el pecho.

Al irse de alta el pediatra le dijo que siguiera lactando frecuentemente y que fuera a verlo a su oficina en cuatro días. La enfermera le dio un número de teléfono a donde podía llamar si tenía alguna duda sobre lactancia y la información de los grupos de apoyo y organizaciones que podían ayudarla en la comunidad. Le indicó que en el hospital no se ofrecían paquetes de despedida con información de fórmula o biberones de ésta porque esos “regalos” minan la confianza de la madre y propician el que ésta deje de lactar. Le regalaron, sin embargo, un paquete con información sobre lactancia y crianza al pecho, así como algunos artículos que facilitarían los primeros días de su lactancia.

En su casa su mamá, su suegra y sobre todo su esposo estaban muy atentos a que ella lactara, descansara, comiera sus tres comidas y tomara líquidos a la sed. Ellos controlaron las visitas y ella sólo se dedicó a alimentar a su bebé al pecho. Algunas de sus amigas le habían dicho que amamantar dolía, pero a ella no le molestaba en lo absoluto. Ella sabía por las clases de lactancia que si el bebé está bien colocado en el pecho no tiene porqué doler.

Fue a visitar al pediatra, como éste le indicó, al cuarto día después del parto. Él encontró al bebé un poco amarillito pero le dijo que esto es normal en la primera semana y que debía continuar lactando frecuentemente, además de verificar que el bebé no se durmiera en el pecho sin antes haber tomado por lo menos unos 20 a 30 minutos.

Al final de la semana Carmen estaba un poco cansada por las demandas de atender a un bebé recién nacido, pero estaba feliz. Todo iba bien, sabía que había tenido un excelente comienzo y que con la ayuda de los grupos de apoyo mensuales tendría una lactancia exitosa.

Tanto María como Carmen querían lo mejor para su bebé, pero desgraciadamente en nuestra sociedad esto no es suficiente. En una sociedad hostil a la lactancia es esencial apoderar a las madres para que tengan éxito en el amamantamiento. La educación del padre y de los demás familiares es esencial, y es además necesaria la asistencia de un personal hospitalario y de la comunidad que conozca sobre manejo de lactancia materna. Todo esto hace la diferencia … solo así la historia de María será la de Carmen… dos mujeres… una historia… ¡una lactancia exitosa!

¡Amamantar es tu derecho! ¡Ejércelo!